“Para ellas son estas líneas”

«El marco jurídico legal que me encontré en el último caso que llevé como abogada de la defensa de un agresor sexual cuya víctima era un menor de 16 años era el siguiente: el artículo 183.bis regulaba las conductas en las que se hacía participar al menor en actos de naturaleza sexual. Bastaba que la participación hubiese sido pasiva, pues se castigaba el mero hecho de que el menor presenciase actos de carácter sexual contemplaba un tipo agravado del delito de abusos sexuales a menores de 16 años. Este artículo del código penal era el que nos encontrábamos aplicable a estos supuestos en la redacción anterior de la Ley del Sólo Sí.

En mi caso, me encontraba con la ardua tarea de defender a un hombre, soltero, discapacitado físico, que todavía vivía con su madre de haber llevado a cabo un acto de naturaleza sexual con un menor de 14 años que consistía en una cena íntima con un niño, en una vivienda abandonada y después de haber cenado en la intimidad unas hamburguesas del Burger King. Había cenado con él, charlado con él y para colofón de la noche, le había dado un masaje con crema por todo el cuerpo.

Blanco y en botella. Mi labor era complicada en lo jurídico. Mucho. Mas que mucho si tenemos en cuenta unos antecedentes penales todavía sin cancelar por otro delito, en este caso conocido como «child grooming» o ciberacoso sexual de menores, en el cual la víctima había sido otro menor con quien se relacionaba haciéndose pasar por una joven mujer latinoamericana. Resultado; cumplió una pena de prisión de 4 años. Y el pago de una responsabilidad civil bien gorda.

Está claro en estos casos, muy mediáticos por otro lado, quien es la víctima; el menor.

Pero hay OTRAS víctimas en esos casos. 

Víctimas a las que nunca se hace referencia cuando se trata de esos supuestos. No tienen ayudas económicas, ni los medios a su favor, ni solidaridad de la sociedad. Los padres del condenado. Y si soy sincera en los casos en los que he llevado, me he encontrado con madres, muchas madres.

Madres solas con parejas que las han abandonado por otras más jóvenes y les han dejado en casa solas sin un duro a cargo de 3 niños pequeños y de un montón de facturas que pagar. Madres solteras en condiciones marginales que han criado a sus hijas al mismo tiempo que tenían una lucha a muerte con adicciones. Madres que trabajaban como médicos en grandes hospitales y que dejaban a sus hijos en casa con sus dispositivos electrónicos a sus anchas mientras ellas hacían el turno de noche en el hospital.

Madres a las que cuando se han enterado de lo sucedido, por lo habitual al ir la guardia civil a sus domicilios a detener a sus hijos a su domicilio, se les ha caído el mundo encima. Que se han culpado por creer que la culpa es de ellas por no haber controlado más a sus hijos. Por haber trabajado tanto. Noche y día.

Auténticas Marías Magdalena que lloran lágrimas de sangre cuando vienen a la visita a mi despacho acompañando a sus hijos culpables para saber el pronóstico del caso. Señaladas con el dedo por todo el pueblo, barrio o urbanización donde viven. Enfermas por subidas de tensión que hacen peligrar incluso sus vidas.

Que agotan sus recursos económicos sacando dinero de planes de ahorro, depósitos, malvendiendo propiedades o pidiendo dinero prestado a sus allegados para pagar, pagar y pagar.

Pagar minutas de abogados y procuradores. Satisfacer responsabilidades civiles a los padres de las otras víctimas, las oficiales, los niños abusados.

Liquidar abultadas minutas de Psicólogos y psiquiatras a los que llevan a sus hijos para que dejen de «hacer esas cosas» y para que hagan informes que les reduzcan un poco la pena en el juicio que vendrá.

Esas son las otras víctimas, las que yo solo veo.

“Para ellas son estas líneas”

Monica Mas Franqueza

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